El reiki consiste en canalizar a través de las manos una poderosa fuente de vibración, que está fuera, hacia uno mismo o hacia otras personas para curar enfermedades físicas o sanar emociones. El espacio donde se practica el reiki es muy importante, ya que necesita luz suave, música relajante y ambiente cálido.
Aunque esta práctica de canalizar energía tiene más de 3.000 años de antigüedad, cayó casi en el olvido hasta que fué rescatada en 1920 por el doctor Usuí, un monje y catedrático japonés al que se considera el primer maestro del reiki.
Esta técnica parte de que el ser humano es todo energía y que cuando se bloquea por cualquier circunstancia es cuando se produce una enfermedad. La imposición de las manos en la zona enquistada, donde la energía ha quedado taponada, sirve para disolver aquello que impide que la energía fluya y así devolver el equilibrio al organismo.